Escribas de la aldea


Ocasos (1)
Caricatura de Boti realizada por Julio Girona que vio la luz en Revista de Oriente, No. 25, Enero de 1931.


Para Ducazcal (2)
Un cuadrito de espacio, un cuadrito de espacio que me deja toda la luz y me trae toda la alegría de la vida. —Vagan olas de felicidad. —Hay el silencio de la muerte del día, esa música espirita que traduce el alma, bebiéndola del alma de las cosas inertes y dormidas. ¡Oh, voces arcanas!
De la recóndita labor continua, la cabeza me pesa. —Caen las palabras sobre el papel como bendiciones de cansancio. —Un cuadrito de espacio, un cuadrito de espacio que se recorta entre aleros y sardineles de vetustas tejas enmohecidas, entre paredones y ramas. —Todo calla. —La tarde muere. —Las cigarras de mi patio, ¿porfían en sus salvas ásperas o lloran al día? Un pensamiento reacio en condensarse me tortura; busco eucaristías para el cerebro, alas para la imaginación, vigor para el estro. —Levanto la cabeza: en la altura hay estelas de aleteos de águilas y de luchas de cóndores. —Más ¿qué veo? Un prodigio, un lienzo apoteósico de figuras apocalípticas. Por el cuadrito de espacio se abre a mis ojos el dominio de un firmamento maravilloso. —Abandono la labor, sorprendido por esta súbita inspiración, y escribo.
¿Qué es? ¿Atrevimiento de coloración española a lo Goya, bizarrías del pincel de El Greco, cárdenos de Boticelli, deslumbramientos de Velázquez? Oh, no. Es un cielo mío, el compendio lumínico de tanto boceto nervioso arrancado a las tardes del trópico, entre la languidez del trabajo y el cansancio emotivo.
Es el resumen de todas las soñaciones de ponientes: sangrientos de Quisqueya y opalinos de Cuba.
¿Un ocaso hacia el Levante?... Es un reflejo vesperal lo que miro. —Si la imagen maravilla y deslumbra ¿cómo no será el original? Quiero morder la dicha suprema de no mirarlo. —Mirar el calco es una caricia voluptuosa; mirar el modelo sería una turbación, un dolor.
Un cuadrito de espacio azul, azul profundo, sondable, infinito, que se deja atravesar por la mirada soñadora del artista, como las pupilas claras de mujeres rubias. —Y boga uno en ese ponto de idealidades arrastrado por el electricismo de los ojos.
Nubes multicolores pasean sus aguazas majestuosas y cambiantes como placas de una linterna de la gama; nubes poliformes sacuden la fanfarria de sus cimborrios, chapiteles y ábsides, ojivas y cariátides, festones y gárgolas. —Dominan todo el espacio.
Hay un río, un río que corre entre las nubes. —Es un río mudo, silencioso, occiduo, de turbadoras amatistas: una franja azul presa entre edredones níveos. Las doradas nubes, de un oro blanco, seco, pálido, se tornan pensativas, sombrías; saltan al color salmón, tiran a ladrillo, a naranja claro; se embriagan en el cárdeno, pasan al negral, llegan al ceniza, y se estiran, se hacen débiles, mullidas; detrás de ellas veo algo impreciso. Las nubes se acometen, se desgarran, se confunden.
Entonces llueven vellones, plumas de cisnes, hostias, pompones de algodón. Se hacen montículos emigradores. —Forman una nébula blanca: pétalos de rosas, de azucenas y camelias. —Un jardín de alburas. —Cae el gris, la nota glacial, la evocatriz de las neurosis: trémolo de plomo, vetas de ópalo, desgarraduras de cinabrios; filigranas de nácares. Todo se confunde. Ascienden penumbras. Los colores se dejan herir. Ruedan muertos. —Suben los tintes, broqueles en alto, y descoloran al viola triste, al rosa débil, al amarillo viejo. —Los ultra azules atacan; llegan los verdinegros y vencen, los brunos reinan. —Sigue el silencio. Las cigarras ¿cantan o ríen? Un cuadrito de espacio: todo es negro; la nublazón remeda las montañas de un mapa de relieve. Se va el detalle. —Las tejas vetustas se desdibujan en las sombras, las paredes se visten de fulgores fúnebres. —Nada se mueve. ¿Qué he visto? El reflejo de un crepúsculo. Ni celajes de Sorolla, ni grumos de Martínez Abades, ni manchones de Baixeras... No: he visto una apoteosis del pentagrama lumínico del trópico, un cielo mío, el compendio de todos los rubíes, zafiros y carbones, copos y pétalos, que brillan en los ardientes crepúsculos de Quisqueya, en los mortecinos de Cuba y en los fantasmagóricos de los océanos calmados. —Tienen de mis bocetos nerviosos, hijos de mi espíritu artista y visionario. Todo un mundo asomado a un cuadrito de espacio, a un cuadrito de espacio que me trajo toda la luz y me deja toda la dulcedumbre de la alegría del vivir. Las campanas dialogan. —El Ángelus, el Ángelus sube...
(1) Ocasos es la pieza que inicia desde la sección Prosas de la gama, el libro de Regino E. Boti Prosas emotivas.
(2) Joaquín Navarro Riera: (Santiago de Cuba, 28 de junio de 1872 – La Habana, 12 de diciembre de 1950). De formación autodidacta. Comenzó a trabajar en El Triunfo. Fundó y dirigió la revista Prosa y Verso. Fue jefe de redacción de El Cubano Libre, de Santiago de Cuba. Colaboró en El MundoDiario de la MarinaEl FígaroLa HabanaElegante yBohemia. Cultivó la crónica política. Utilizó el seudónimo de Ducazcal.



Tres poemas sobre Guantánamo
Autorretrato, 1915.






Poemas de Regino E. Boti escogidos de sus libros El mar y la montaña yKindergarten.
SÍMIL
En la cósmica ufanía
del día—
mar y manglares, montañas y cielo—
las chimeneas del ingenio son,
del segundo término en la gradación,
como las tres cruces del Calvario
entre el vario
efluviar, ramas vaporosas.
A la postre es un ingenio
Calvario de tantas cosas!
(4 de agosto de 1919)
LA MONTAÑA
La montaña ¿cómo es bella
la montaña?
¿Cuándo es azul lejanía,
cuando —encendiendo su entraña—
es luminares la noche
y en verdores vibra el día?
La montaña ¿cómo es bella
la montaña?
Es bella desde su entraña,
y hecha azul lejanía,
cuando la noche es estrellas
y en flores se desentraña
la verde gama del día.
(23 de febrero de 1920)
PAISAJE EN METÁFORAS
Si el río es una serpiente de plata,
el camino es un cordón sanitario,
una compotera cetrina la aldea,
y en su ombligo el campanario
una barra de jalea.

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