Boti en la memoria


La lira cubana: rechazada en su centenario
Por: Regino Rodríguez Boti





La lira cubana,(Compilación de cantos populares cubanos, de autores antiguos y contemporáneos) realizada por Regino E. Boti, cumplió cien años el pasado julio. Vio la luz a través de la Imprenta, LA IMPERIAL de Guantánamo en 1913. Es muy probable que sea una de las primeras antologías de décimas publicada en Cuba y, con toda seguridad, la primera de este tipo del siglo XX.
En carta a Gonzalo Aróstegui del 23 de mayo de 1921, Boti le comenta (...) DeLa lira cubana existe una segunda edición no autorizada por mí. De la primera es difícil encontrar un ejemplar. (...) En este libro puede decirse didáctico, de educación popular, recogí aquellos versos de Martí que a mi juicio asimilaría con más prontitud el alma popular. No conocía entonces el volumen XI de sus obras y de ahí la falta de precisión con que aparecen insertos los Versos sencillos.
En carta a Eduardo de Ory fechada el 16 de mayo de 1927 Regino comenta: (...) DeLa Lira cubana no le puedo mandar porque la primera edición se agotó, y el editor ha hecho una posterior en donde introdujo toda clase de desatinos, incluso colocar a Amado Nervo entre los poetas cubanos. (...). El libro (...) es una compilación popular, en donde introduje de muchos poetas cubanos algunas composiciones que no figuraron nunca en obras de esa índole, como José Martí; habiendo añadido como novedad una pequeña nota biográfica, cuando se pudo, de cada autor.
Aun La lira cubana continúa sin existir para la Historia de la Literatura Cubana hecha por el Instituto de Literatura y Lingüística, una razón más para afirmar que Regino E. Boti es uno de los autores cubanos de primera línea menos estudiado entre nosotros.
Este patrimonio de la cultura cubana y guantanamera por extensión fue el resultado de tempranas y cubanísimas lecturas, las mismas que a mediados del épico año de 1895 le causaron al adolescente Boti la “deportación” hacia España por su padre, quien, además, había recibido la información confidencial de que su único hijo varón pretendía hacerse mambí. A lo largo de su vida el autor de Arabescos mentales (1913) probó ser un sistemático compilador y un incansable estudioso de la historia de nuestra literatura. Prueba de ello es esta antología, ahora “rechazada” por el Consejo Editorial Provincial de Guantánamo.
En estos tiempos donde corre a galope tendido la vulgaridad, la banalidad, el irrespeto y la extranjerización de nuestra cotidianidad nacional con el consecuente detrimento de valores éticos, estéticos, espirituales y hasta morales, este libro se levanta, con su impostergable dignidad, como uno de los textos más bellamente cubanos y necesarios que conozco.
La lira cubana rechazada, salvo escasas excepciones, fue entregada por mí a la Editorial El mar y la montaña tal como la concibió su autor, con el propósito de que los lectores de hoy disfrutaran del espíritu de una época en la que muchos cubanos, igual que hoy, se consagraban en aras de la reafirmación y reconstrucción nacional.
A continuación el centenario, desconocido y rechazado prólogo de La lira cubana:
A manera de prólogo
(Dos palabras al lector)
A pesar de que compilaciones de cantos cubanos se han editado algunas, no hemos vacilado en dar a la publicidad la nuestra. No es que pretendamos haber realizado con ello una obra insuperable y definitiva en su género, sino que simplemente hemos tratado de corregir algunas de las muchas deficiencias que hemos observado en otras, sin que esto se pueda estimar como crítica a la obra ajena.
Siguiendo en términos generales la costumbre establecida, hemos procurado integrar nuestra antología con composiciones escritas en décimas, habiendo hecho algunas excepciones, de intento. La décima es una combinación métrica popular, quizás si más en la América Latina que en la misma España, de donde procede, inventada por el poeta y músico Vicente Espinel, en el siglo XVI. Las tradiciones, las leyendas, las hazañas de nuestros héroes y patriotas, así como las aventuras, los amores, las penas y las alegrías de nuestros nativos, están en décimas. El gaucho, el payador, el guajiro, tienen escrita la historia de su vida en décimas.
En Cuba es la forma popular por excelencia, más popular que la redondilla, usual en los cantares andaluces. Una de las primeras manifestaciones de nuestra poesía, en atención a su lugar cronológico, está vertida en décimas. Nos referimos a las que compuso el Dr. Palomino cuando recobró el sentido de la vista. En la décima se han expresado variadísimos afectos y en ellas caben diversas gradaciones de la inspiración. Ya la inmortaliza Calderón con sus parlamentos filosóficos de La vida es sueño; ya la cincela Núñez de Arce en El vértigo; ya le da lirismo inusitado José Joaquín Palma en su Canto a Honduras.
Instrumento manejado por tantos ingenios diversos, no podía por menos de caer en la abyección; y así como nuestros mejores poetas del pasado no la desdeñaron, sino que la prefirieron, junto con la octavilla, es también cierto que en manos de copleros ramplones y de aficionados bisoños, ha tenido que recorrer su vía dolorosa, acarreándole esta desgracia la no menor de verse desdeñada. Nápoles Fajardo (El Cucalambé) hizo casi un culto de la décima. Plácido, la cultivó bastante. Fornaris, hizo muchas al tratar asuntos cubanos. López de Briñas las tiene muy bellas. Actualmente, poetas de segundo orden son los que se valen de la décima para componer. La ineptitud ha entrado a saco con ella, y la décima ha venido a menos; aunque sigue siendo la expresión espontánea de nuestro guajiro, a tal extremo que sus coplas nos son conocidas con el nombre genérico de guajiras o décimas. Abelardo Farrés, con la publicación de su libro Guajiras, al decir del Conde Kostia, vino a reivindicar la décima en Cuba.
En atención a lo arraigada que está esta combinación métrica con la poesía sencilla y natural de nuestros campesinos, es por lo que no hemos querido violentar la tradición, y en este libro casi todas las composiciones están escritas en décimas. Sin embargo, como que no es posible suponer que el gusto popular haya de permanecer estacionario, sino que por lo contrario, que tiene que evolucionar como evoluciona todo, pensamos que la décima no ha de ser el punto final de nuestro gusto popular, sino que con el devenir del tiempo otras formas más pulcras y escogidas, continentes de otra poesía más elevada y sólida, han de arraigarse en nuestras clases humildes, hemos introducido junto con la forma popular por excelencia hoy, otras, que si no son asombro de novedad es cierto que nunca se han presentado en obras de esta naturaleza.
La cuarteta, la octavilla, y el romance; el decasílabo, el endecasílabo y el pie quebrado, he ahí toda nuestra imposición. En cuanto a ambiente, hemos atraído nuestra antología a José Martí, con algunos de sus admirables Versos sencillos; a José Joaquín Palma, con muchas composiciones que no han figurado en libro alguno; a Abelardo Farrés, desconocido de todos aquellos que no son aficionados a la literatura; a Dulce María Borrero, que canta con alma cubana a la palmera y el bohío. Junto a ellos y demás que verá quien leyere, aparecen otros muchos, clásicos y contemporáneos, célebres o desconocidos. En esto hemos prescindido de todo renombre o fama. Hemos apreciado la obra por su valor en sí; y en casos excepcionales en relación con las facultades y los recursos de los autores, como nos ocurre con Higinio Revilla y Ramón Creagh.
Por otro lado, hemos reparado una falta que observamos en algunos libros de esta clase: la ausencia de noticias biográficas. Si interesa una obra, por lo común nos interesa su autor. Y es una manera indirecta de hacer didáctica una obra recreativa poner al frente de cada composición o grupo de ellas que aparecen en este libro, una rápida información biográfica acerca de quien las hizo.
Esto nos ha llevado, como de la mano, a no mezclar ad libitum las poesías, sino a agruparlas por autores. Consecuencia de esta clasificación es el orden alfabético en que aparecen estos; con lo que la exposición de esta modesta antología de cantos populares cubanos se hará más comprensible; de más fácil manejo; y de más agradable disposición para la lectura.
Con lo expuesto, que es ligerísimo, nos basta. El mismo libro hablará más y mejor de lo que pudiéramos hacerlo nosotros. Si con su publicación conseguimos hacer un beneficio a los humildes, a los sencillos, a los que viven para sus labores y su hogar, sin nociones de lo que es la alta literatura; pero que sienten el deseo de lavarse el espíritu con la poesía, con la poesía sencilla y humilde a su alcance cultural, habremos sin duda alguna hecho un gran bien: el que consiste en llevar un rayo de luz allí en donde imperan las tinieblas.
Regino E. Boti.
Guantánamo, Julio de 1913.

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