DOS LIBROS Y UN PROBLEMA LATENTE
Por: Roberto Quiñones Haces
Hace algunos años leí el libro Los Beatles en Cuba,
un viaje mágico y misterioso (1). El texto es una compilación de las
ponencias que se presentaron durante el I Coloquio Internacional sobre la
trascendencia de la obra de los Beatles en Cuba, celebrado en noviembre de 1996
en La Habana, y fue conformado —prólogo y apéndices incluidos— por Ernesto Juan
Castellanos , un vehemente estudioso de la vida y obra de los músicos de Liverpool.
Acabo de leer otro libro del mismo autor. Me refiero a John
Lennon en La Habana with a littlehelpfrommyfriends (2). A pesar de la
diferencia estructural, temática y de objetivos, ambos textos tienen en común
la indagación sobre un asunto que todavía no ha sido esclarecido lo suficiente
no obstante la tenacidad demostrada por Ernesto Juan Castellanos. Me refiero a
la tan llevada y traída prohibición de los Beatles en Cuba.
Cuestionamientos aparte, que los hubo, primero sobre estos
coloquios celebrados a destiempo y luego sobre la célebre estatua a John Lennon
en un país de excelentes músicos y en el que, paradójicamente, ninguno de sus
más altos exponentes contaba entonces con un monumento similar, lo que resulta
asombroso es constatar como algunas personas intentaron negar la existencia de
la citada prohibición(3) e identificaron lo ocurrido como algo ya superado,
cuando lo real es que la intolerancia y las medidas absurdas permanecen en el
mundo de la cultura cubana.
La trascendencia de la obra de los Beatles está fuera de
toda duda. Esa circunstancia magnificó un error que si bien no tuvo
consecuencias dramáticas para nuestra cultura sí marcó desagradablemente la
vida de no pocos jóvenes cubanos de entonces. Pero, en definitiva, ellos eran
extranjeros. Si hago tal afirmación no es para justificar con un añadido
aparentemente xenófobo lo que fue un error extraordinario, sino para recordar
que, contrariamente a lo afirmado por Yoss en el libro Los Beatles en
Cuba (4), no fue el grupo inglés el primero en caer en la lista del
silencio de los medios de comunicación cubanos. Previamente — ¡y todavía, aún
después de muerta!— había sido estigmatizada Celia Cruz. Por eso me niego a
aceptar eso de borrón y cuenta nueva, porque es cierto que se ha avanzado pero
permanecen algunas manchas que inciden negativamente en nuestra cultura.
A inicios del siglo XXI la obra del artista sigue recibiendo
valoraciones que corresponden al hombre. No aparece una política diáfana que
establezca de una vez por todas que puede o no existir congruencia entre la
vida y la obra, que se puede ser un artista y no necesariamente estar de
acuerdo 100% con el gobierno, que, en definitiva, lo trascendente para la
cultura es la obra. Ejemplos sobran. Bastaría señalar los casos de KnutHamsun y
EzraPound. A pesar de sus actitudes políticas sus obras se leen con respeto,
pues lo que se debe admirar es el talento y el humanismo que brotan de sus
páginas, no sus actitudes retrógradas.
En Cuba se continúa discriminando y posponiendo la obra de artistas
que salen definitivamente del país o se pronuncian desde adentro contra las
injusticias, porque es bien sabido que aún no se vislumbra el promontorio del
paraíso que anuncia La Internacional. Se ha entronizado una
práctica delimitadora y simplista mediante la cual el más anodino de los
funcionarios puede convertir la vida de un creador en un pandemónium, calco
cuasi mimético de posiciones adoptadas en otras partes y que aquí se califican
como fundamentalistas. De vez en cuando sería muy saludable voltear hacia
nuestra nación el cristal de aumento con el que continuamente buscamos los
defectos de otros.
Si activamos nuestra memoria recordaremos que no fueron
solamente Los Beatles los prohibidos, ni Celia Cruz, porque los ucases
alcanzaron también a José Feliciano, Roberto Carlos, Santana, Nelson Ned y
Julio Iglesias. Y si hablamos de músicos cubanos tendríamos que mencionar a
Willie Chirino, Arturo Sandoval, Paquito D’ Rivera, Carlos Manuel y su clan,
Mirta Medina, Annia Linares, Maggie Carlés, Donato Poveda, Albita Rodríguez,
Tanya, el Médico de la Salsa, Isaac Delgado, etc., etc.… A esta lista hay que
añadir ahora a Pablo Milanés luego de sus últimas declaraciones en Miami pues
si bien es cierto que oficialmente no ha sido prohibido no lo es menos que la
difusión de su obra ha sido limitada discrecionalmente.
En cuanto a los escritores tenemos los casos de Guillermo
Cabrera Infante, Antonio Benítez Rojo, Jesús Díaz, César Leante, Norberto
Fuentes, Manuel Díaz Martínez, DaínaChaviano, Reynaldo Arenas, Ramón Fernández
Larrea, María Elena Cruz Varela, etc., etc. Los libros que estos autores han
escrito en el exilio no están al alcance de los lectores cubanos, ni siquiera
en las bibliotecas públicas, a pesar de que el señor Elíades Acosta, cuando fue
director de la Biblioteca Nacional, aseguró que en nuestro país no hay libros
prohibidos. Notablemente injusto resulta el caso de Cabrera Infante, tercer
cubano que recibió el Premio Cervantes, pues de ser cierto que haya negado
autorización para que su obra se publique aquí nada impide que, al menos, sus
libros estén en los anaqueles de todas las bibliotecas públicas de Cuba. No
deseo mencionar a los extranjeros que tampoco son publicados a pesar de la
reconocida calidad de su obra, la lista sería demasiado extensa. Para motivar
vuestro repaso personal mencionaré solamente a Boris Pasternak, George Orwell,
Milán Kundera, Gombrowickz, Mario Vargas Llosa, Roberto Bolaños, Paul Auster,
(continúe Ud.)…
La cultura nacional es una sola y no es patrimonio de ningún
individuo, grupo de poder o partido. La nuestra se nutre de Juan Marinello,
pero también de Jorge Mañach; de Chucho y de Bebo Valdés; de Fabelo y Tomás
Sánchez; de Celina González y Celia Cruz. La Patria y la cultura pertenecen a
todos los cubanos. Así lo soñó Martí y consta, al menos teóricamente, como el
anhelo supremo del proyecto comunista cubano, en el artículo 1 de la
Constitución. Mientras se disminuya el alcance de este derecho tomando como
referencia el lugar donde se vive, cómo se piensa y se actúa y no la obra de
arte concreta, no se puede hablar de tolerancia, que por cierto no debe ser
únicamente para con los homosexuales. Sin tolerancia no hay esplendor para la
cultura. Todo lo que delimita la expansión del espíritu es antiético y
anticultural por su esencia injusta. En este sentido no creo que podamos
afirmar, como lo hizo Guillermo Vilar, que todo esté para borrón y cuenta
nueva.
(1) Los Beatles en Cuba, un viaje mágico y misterioso,
compilación, prólogo y apéndices de Ernesto Juan Castellanos; Ediciones
UNIÓN,1997.
(2) John Lennon en La Habana with a
littlehelpfrommyfriends; Castellanos, Ernesto Juan, Ediciones UNIÓN, La
Habana 2005. Informo al lector que además de estos libros el escritor ha
publicado otros dos sobre los músicos de Liverpool y que son: El
sargento Pimienta vino a Cuba en un submarino amarillo, Editorial
Letras Cubanas, año 2000; yLa guerra se acaba si tú quieres,
Ediciones Extramuros, La Habana, año 2001.
(3) Ver la asombrosa ponencia de Guillermo Vilar,
titulada De los Beatles a Los Panchos, en el libro Los
Beatles en Cuba, p. 111. Partiendo de su experiencia individual este
reconocido investigador generaliza y niega lo que fue un hecho evidente. Al
parecer los recuerdos de Guillermo Vilar no estaban muy bien situados cuando
redactó la ponencia. Véase el libro John Lennon en La Habana with a
littlehelpfrommyfriends, p. 97, donde en una declaración situada
después de la que ofreció el entonces Ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez
—quien sí reconoció la prohibición del mencionado grupo inglés— Vilar,
contradiciendo su anterior afirmación, admitió implícitamente aquella
incomprensible exclusión al afirmar, refiriéndose a la estatua de John Lennon:
"Además, creo que eso es un símbolo de que la Revolución Cubana comprendió
los errores que se cometieron, los rectificó y está con nosotros. Borrón y
cuenta nueva"(sic).
(4) Ver la p. 133, donde el escritor Yoss afirma que "
era la primera vez que en Cuba se prohibía una música".
Ciro Bianchi en Guantánamo
Por: Roberto Quiñones Haces
Foto: Regino Rodríguez Boti
El miércoles 25 de septiembre a las cinco de la tarde, en la
sede del comité provincial de la UNEAC en Guantánamo, el periodista Ciro
Bianchi ofreció una conferencia acerca del contexto en que fue publicado Arabescos
mentales, libro del poeta guantanamero Regino E. Boti que dio inicio a la
renovación de la lírica cubana en el siglo XX. Boti, junto con Agustín Acosta,
quien publicó su poemario Ala en 1915, y con José Manuel
Poveda al publicar sus Versos precursores en 1917, conforma el
trío de los poetas más destacados de esa segunda década del siglo XX. Fueron
tres provincianos que por primera vez en la historia de Cuba, lejos de los
centros culturales de la capital, habían protagonizado la primera y única
revolución literaria surgida en el país, como recalcó el mismo Boti en su
texto Notas acerca de José Manuel Poveda, su tiempo, su vida y su obra,
publicado por la Editorial El Arte, Manzanillo, 1928. La conferencia se ofreció
en el marco de la celebración del centenario del poemario de Boti,
acontecimiento que la UNEAC en Guantánamo ha estado conmemorando con diversas
actividades desde principios de este año. Al comenzar su exposición Bianchi
aclaró que él no era un crítico literario ni un estudioso de la literatura sino
un periodista que escribía sobre determinadas aristas de la historia. No
obstante la advertencia, quienes asistimos a su conferencia pensábamos que
debido a la trascendencia del suceso cultural que se conmemora su exposición
iba a adentrarse en los contextos intelectuales en que se publicó el libro
primigenio de Boti, pero no fue así. Preponderantemente Bianchi se dedicó a
mencionar numerosos sucesos ocurridos alrededor del año 1913, haciendo hincapié
en los males que corroían las estructuras gubernamentales de aquéllos tiempos y
poniendo énfasis en acontecimientos que resultaron destacados en la prensa de
la época, algunos de ellos ya conocidos por los presentes porque han sido
tratados en las crónicas dominicales del periodista. Esto defraudó al auditorio
porque siendo el conferencista uno de los mejores cronistas cubanos
contemporáneos se esperaba que su exposición fuera más allá de una simple
relatoría de hechos históricos, a pesar del interés que generan porque casi
todos son desconocidos debido a que se concentran en esa historia que
pudiéramos calificar como menuda, la que se hace en el día a día y que tanta
importancia tiene pero que en Cuba, desde 1959, ha tenido una escasísima
presencia en los medios. El momento fue propicio para que se pusieran a la venta
varios de los libros del conocido periodista. A pesar de su talento y sus dones
de comunicador, Bianchi no pudo impedir que al final se percibiera en el
auditorio cierto distanciamiento, como si se hubiera esperado de él mucho más
de lo que ofreció.
En la rivera de Oscar León
Por: Regino Rodríguez Boti
El pasado viernes 11 de octubre, a las 5 pm., se abrió al
público la exposición En la rivera del joven pintor
guantanamero Oscar León Leyva, quien se graduó en la Academia de Artes
Plásticas de esta ciudad hace 5 años y ya acumula dos exposiciones
personales: El principio del fin (2008) y Germinando a
la deriva (2011); ha participado en varias exposiciones colectivas y
alcanzó Premio en el salón de paisaje José Vázquez Pubillones 2012.
La exposición, ubicada en la galería del Centro de
Comunicación para la Cultura de Guantánamo, quedó integrada por 10 óleos sobre
lienzo de mediano formato.
El conjunto es la continuidad de una larga tradición
paisajística en la región. Uno de sus iniciadores fue el mejicano Gonzalo
Escalante, quien recién graduado en pintura y grabado por la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando de Madrid, llegó al valle del Guaso en 1890.
Continuaron la tradición Regino E. Boti, el catalán Buenaventura Morando, José
Vázquez Pubillones (alumno de Escalante), María Pepa Lamarque y más reciente
Orlando Piedra, Ernesto Cuesta y JohermisQuiala.
Por suerte, además de su excelente mano, el joven Oscar ha
logrado escapar de las imágenes convencionales y esperadas mediante el uso de
provocativos e incitantes primeros planos casi microscópicos que favorecen, en
el espectador, un encuentro muy íntimo con la Madre Naturaleza. En la
rivera es tributo y tribuna por la Pacha mama. Es un reclamo por
cuidar nuestro gran hogar.
En hora buena Oscar León Leyva porque pintas lo que la
mayoría de los mortales no logramos ver. No obstante, estimado Oscar, en estos
tiempos tan jodidos y jodedores, también es necesario pintar nuestro
irrepetible, y con frecuencia absurdo, «paisaje social».
Exposición de Juan Carlos Velázquez Cayón
Por: Roberto Quiñones Haces
La exposición consta de diez obras sobre lienzo en las que
se conjugan las figuras con la naturaleza e impactan por su fuerte sugerencia o
por el mensaje subyacente en la aparente simplicidad del contexto recreado. La
imaginación, el mensaje subliminal y la provocación lúdica constituyen
evidencias notorias de la muestra, aunque también resulta apreciable la pugna
del artista por aprehender su estilo.
A la exposición asistió numeroso público, sobre todo joven,
a pesar de que estuvo lloviendo fuertemente hasta pocos minutos antes de la
hora señalada para la inauguración. Los lunares fueron, sin dudas, el garrafal
error ortográfico presente en la nota identificativa de las obras, algo que ya
es alarmante por su reiteración —incluso en este ámbito de la cultura— y por
sus consecuencias; y la falta de identificación de las obras expuestas, omisión
que estuvo presente tanto en el catálogo como debajo de cada obra.
Y dice una mariposa
Por: Rebeca Ulloa
Hace unos días acompañé a mi amigo al South Miami Hospital,
y mientras lo esperaba a que estuviera de vueltas de sus exámenes, empecé a
conversar con una de las muchachas del departamento. Confieso que quedé
sorprendida cuando me dijo que sus padres eran cubanos, pero que ella había
nacido aquí, en Miami.
¿Por qué mi asombro? Pues la chica, no solo hablaba sin
acento y perfectamente el español, sino que conocía mucho acerca de los
artistas cubanos de antes y de ahora. Me recitó en medio de la conversación,
cuando hablamos de Martí: Y dice una mariposa / Que vio desde su rosal
/ guardados en un cristal / los zapaticos de rosa. Hablaba de La
Habana, que era una ciudad preciosa, que Matanzas era la ciudad de los puentes,
que su comida preferida era un buen ajiaco con todas las viandas y todas las
carnes, estilo oriental. Que desgraciadamente, Cuba ya no era la Cuba de sus
abuelos, y menos la de sus padres, pero que algún día, ella estaba segura,
nuestra Isla iba a florecer como antes, y haciendo pucheritos, dijo en voz baja
y firme: Sí, algún día, cumpliré lo que le prometí a mi abuela.
Sacó un pañuelito y se secó unas lágrimas, que al fin se le
escaparon. Perdóneme, es que le prometí a mi abuela que cuando Cuba
fuera libre, iba a llevar sus cenizas allá y las iba a echar al mar en Puerto
Padre, que era su pueblo. No podía ella imaginar lo que yo pensaba.
Una vez más confirmaba que siempre hay personas que sacan la
cara por muchas otras. La emoción de la chica, me hizo reflexionar. En ocasiones,
me he encontrado con cubanos, o hijos de cubanos, que no saben dónde nacieron
sus padres. Inclusive, un amigo venezolano, hijo de cubano, para poder arreglar
sus papeles y acogerse a la ley de ajuste cubano, tuvo que pagar una gran suma
de dinero para encontrar la inscripción de nacimiento de su padre, pues ni
siquiera tenía idea de donde había nacido.
¿Por qué esta empleada del hospital quiere tanto a Cuba?
¿Por qué esa nostalgia? Sencillamente porque su abuela se encargó de sembrar
ese amor, ese sentimiento de pertenencia en su nieta, que, por supuesto,
también es una tierra fértil. Entonces, no importa que tan lejos, ni tan cerca
estemos geográficamente de Cuba, sino lo importante es lo que llevemos en
nuestros corazones.
¿Cuántos cubanos han muerto en nuestro exilio sin poder
volver a Cuba? ¿Pero cuántos han dejado una semilla para germinar de amor por
Cuba? ¿Cuántos guardaron celosamente la Cuba de sus recuerdos y han logrado
transmitirla a sus nietos?
Cuento esta anécdota y comparto con ustedes mi reflexión,
porque pienso que estamos en deuda con nuestra tierra, y que tenemos el deber
de que nuestros hijos y nietos, que han nacido y crecido en el exilio, guarden
en un rinconcito, en un pedacito de su corazón, la Cuba que existió y que, sin
dudas, volverá a existir.
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